miércoles, 26 de enero de 2011

Constelación


Tenía una estrella en la mano, acababa de recortarla de su cuaderno de dibujo, después de colorearla. La mesa, repleta de asteroides, resplandecía en la habitación como un pequeño universo. Pegó la fotografía con su perro en la tarjeta y la adornó con los luceritos, debajo escribió: “Nunca dejes de seguirlas”. La metió en el sobre azul y la colocó en el bolsillo de la bata blanca de su madre, que colgaba en el vestidor.

Ella estaba tumbado en la cama, agarraba en una mano el mando a distancia por inercia, para no sentir el vacío. La mirada, arrojada a través del cristal, intentaba apresar un paisaje que se le escapaba. Entró la enfermera en su visita rutinaria de la tarde, canturreando un estribillo que se le hacía familiar, cuando quiso darse cuenta, ésta ya se había ido. Apartó la vista de la ventana para ir a esconderla en la pantalla del televisor que gritaba lejano. En el transcurso del movimiento algo llamó su atención. Alargando el brazo, sin soltar el mando, apresó un sobre azul de la mesita de noche. Por un momento se quedó inmóvil, pensativa, tratando de recordar cuando lo había puesto allí, resignada, se decidió a abrirlo. Se le iluminó la cara.

Anochece y en el taxi, comienza la jornada de trabajo, está cansado. No ha dormido bien, el lumbago crónico, la enfermedad de Lucía, y la falta de sueño por ir a verla hoy a la residencia. "Qué asco llegar a viejo, qué triste olvidar tu nombre". Las luces amarillean en la oscuridad, la ciudad palidece, transitan seres humanos. El semáforo señala el ámbar, después el rojo. El taxista estornuda estrepitosamente en un contoneo espasmódico, moquea y al instante echa mano al bolsillo buscando con qué sonarse. Extrañado saca de la chaqueta aquél papel duro que no iba a servirle de mucho. Apurado por la brevedad del semáforo, baja la vista frunciendo el ceño, intentando adivinar lo que tiene entre las manos. Un sobre azul, una tarjeta.

Pensó en Lucía, esta tarde había sonreído.

3 comentarios:

  1. Me parece un relato muy humano, donde no hay necesidad de explicar todo lo que pasa, sino de dejar que nosotros lo leamos entre líneas. Algunas descripciones me han sobrado, en el conjunto del relato, pero es una apreciación estrictamente personal. Tienes una sensibilidad para contar cosas mundanas, escondiendo entre ellas, sentimientos más profundos.

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  2. Es la magia que tienen los niños. Siempre, en cualquier situación, son capaces de arrancar sonrisas. Me gusta cómo has rematado la historia, y esa tarjeta de buenos deseos como elemento común a los tres escenarios.

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  3. Me gusta mucho el espíritu del relato y el título me encanta. Como te dije, aunque no le seguí bien la pista a la estrella en el último párrafo, tampoco lo consideré esencial. Lo único que me gusta menos, como también te dije, es el "contoneo espasmódico" del taxista. ¡Pobre hombre!, pero desde luego hay gente que estornuda así...

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