jueves, 29 de julio de 2010

La vida sigue igual

Pixel, mi compañero de trabajo, recostó su cuerpo sobre su mesa alargándome una tarjeta:
- Toma María Giga, esta mañana en los cereales me ha salido un viaje al 3.518, ¿lo quieres? A mí no me quedan días libres.
- ¡Vaya, muchas gracias! Pero este año creo que pasaré las vacaciones aquí, está tan caro el futuro. Además tenemos que ahorrar. Estamos pensando en comprar un teletransportador nuevo. El viejo falla mucho, la última vez que lo cogimos para ir a la playa aparecimos tirados en un campo en medio de Albacete, un horror.
- Pues es una pena chica, creo que en ese siglo la producción de toallas es de muy buena calidad, te pensaba encargar una de baño y otra de lavabo.
- Bueno, otra vez será.

miércoles, 21 de julio de 2010

VOLAR

Un avión siempre me lleva a otro mundo, no real sino interior. Un viaje en el cielo despierta viejos recuerdos: de infancia, cuando veía las nubes algodón de crema batida en la que se podía nadar o correr encima; de juventud, cuando escapando conocía algo de mí y hacía que los demás se preocuparan; de adulta, refrescando la mente con nuevo aire después de días, meses y años de peligrosa, insidiosa y corroente rutina.
El cielo siempre ha sido un refugio; sólo con mirarlo el hombre se siente aliviado. Con los pies en el barro siempre quedan las estrellas a las que sonreir. Y en el cielo el alma se espande, los miedos se van y los sueños regresan, volando.

domingo, 18 de julio de 2010

Relatos

PUERTAS
Cerró con fuerza la puerta al salir de casa y asustó a  unos pájaros que escaparon hacia el cielo. Deseaba lluvia y de nuevo el sol brillaba.
“Otra vez este apático sol”, pensó con irritación mientras se arrastraba hacia su coche.
“Otro día de trabajo, atasco y tediosa rutina...”.
Abrió la puerta, insertó la llave y puso en marcha el motor. Antes de arrancar salió para quitar un papel atrapado en el limpiaparabrisas, y lo tiró al suelo con indiferencia sin mirar su contenido. Salió disparada hacia su monótono día y el papel siguió rodando en el asfalto caliente.
Decía: “Siempre te querría, mi vida”. 
DETALLES
Paseaba por las calles de París, sola, sin rumbo, con el único objetivo de aliviar los pensamientos que no le dejaban descansar, daba igual si con la fresca caricia del viento o el placer de una buena copa de Sauvignon. Los bares le parecían cuevas de desesperados, las personas maniquíes sin personalidad ni conciencia. Tres chicas pasaron a su lado con prisa, el sonido de sus tacones en la acera y sus frívolas carcajadas amplificaron el eco de su tristeza. Iba por una calle que estaba en obras, arena en la vía y en la acera, y empezó a escuchar un sonido placentero. Mientras avanzaba se percató de una niña de unos doce años, que paseaba sola en el borde de la acera, como un escalón por encima de la banalidad. Aceleró el paso y la superó. La miró de reojo y vio que tocaba una flauta. Sonrió.

viernes, 16 de julio de 2010

Sueño

El olor a salitre, mi piel erizada, el rumor del mar. Podía percibir cada detalle, desde la ventanilla de aquél vagón de turista. El ferrocarril bordeaba la costa ofreciéndome todo ese paisaje de libertad, prometiéndome un destino incierto y remoto, casi mítico.
El regional se detuvo en una estación concurrida, nada parecía distinto allí, había tránsito, ruido, historias que comenzaban o terminaban en el andén. No deseé apearme y desaparecer en el tumulto de la terminal, aún no. Algo más que el anuncio de la inminente partida del tren me llamaba al viaje.
Cuando abrí los ojos, regresé.

Pauline en la playa

La resignación es cuestión de tiempo, así que ya puedo mirarlas y sonreirme... ¿pero cómo es posible remeter la camisa tan por dentro? Las fotos amarillean, pero ese pantalón era blanco. Lo estrené para ir a cenar la noche del día en que llegaste. ¿Y cómo es posible pasear por la playa con zapatos de tacón alto? No tenías necesidad de llamar su atención. Te echó el ojo desde el primer momento en que te vio en la orilla, y daba igual el vestido, el bañador, o los tacones. El cretino no volvió a mirarte vestida.

¿Y esta otra en el Cuatro Latas?. No he vuelto a tener uno igual, era perfecto para cargar la vela, ¡y cómo hervía después de toda la mañana! Tu prima Pauline subía con el bañador mojado y dejó en la tapicería una marca de salitre que nunca me molesté en quitar.

Me decías que te prestaba demasiada atención. Que debía ponerlo más difícil. Que buscabas la pasión por encima de todo. Y claro, el cretino era un espíritu libre.

Pues eso. Que ya puedo mirarlas y reírme de mi bañador y de tu pelo. Pero, sobre todo, que ya puedo mirarlas, y si te enteraras –solo por eso- ahora despertaría en ti el interés que entonces me negabas.

lunes, 5 de julio de 2010

El zaguán


En la esquina, donde María La Porra plantaba su quiosco cada día, se abandonaba la última sombra antes de enfrentarse a aquella calle sin fin, fea y desnuda de vegetación.

Lánguidos niños con mochilas, y señoras sofocadas trajinando bolsas de sandías y tomates la atravesaban absortas en una sola cosa: alcanzar el zaguán. Sus sombras no estaban. Saltaban a cada casapuerta para obtener resuello.

El sol caía a pico desde la primera hora de la mañana a la última de la tarde, desde mayo hasta septiembre. El pavimento reverberaba más allá, y a cada paso se derretían las suelas de los zapatos contra la acera feroz. ¿O eran los chicles que, endurecidos en invierno, recobraban su elasticidad como pidiendo una nueva oportunidad?

Alcanzar el zaguán. La misma excitación del pez que vuelve al agua tras la captura. La garantía de otra bocanada de vida. De otra tarde de verano.

"Mal de Amores". 1905. Julio Romero de Torres.
Museo de Bellas Artes de Córdoba.

domingo, 4 de julio de 2010

Cita a ciegas

-Hola-. Se besan.

-Hola, encantado.

Él le retira la silla para ayudarla a sentarse, pero no calcula bien las distancias y ella ya iba de camino. Azorado, la ayuda a levantarse. Le sirven la vichyssoise. Ella contesta atropelladamente a algo que le ha preguntado y el contenido de la cuchara no llega a su destino. Mientras intenta limpiarse su bonito vestido, él empieza a ponerse colorado, parece que se está ahogando. El camarero le golpea, él escupe y empieza a respirar. Con lágrimas en los ojos le da las gracias y son invitados a cava para compensar el mal rato, pero el azar dirige el corcho a la frente de ella. Se despiden en la puerta.

-Si quieres nos tomamos una copa- apunta él sin mucha convicción.

-Estoy cansada- “y dolorida”, piensa-. Además mañana tengo que madrugar.

- ¿Un domingo? ¿Por qué?- pregunta con repentino interés.

Ella contesta con timidez y se sonroja un poco. -Mañana voy a una convención. Es la primera vez que se celebra aquí.

-No será la de… “Exiliados de Rivendel”.

Ella lo mira con los ojos muy abiertos y ambos comprenden. -Aiya!- dicen al unísono. Y, sin dejar de mirarse, juntan sus manos al modo élfico.

Requiem

Llevo 30 años viviendo aquí. Este no es sólo mi lugar, sino la madriguera solitaria desde la cual he hecho frente al tiempo sin tratar de aprehenderlo y a mis preguntas sin apremiar respuestas. Ahora, sin embargo, enferma y extenuada, cuando miro a mí alrededor, me pregunto lo que tantas veces me han preguntado otros ¿Por qué me he quedado tanto tiempo aquí, cuando todo lo que se supone más entrañable para el ser humano está lejos? Solo sé que todas mis ausencias han sido elegidas. Ahora sin embargo el tiempo se me va escurriendo. Por primera vez quiero retenerlo, pero la angustia de la deshora y mi deterioro me cercan. Estoy sola frente al destino, siempre lo he estado, pero ahora me cuesta seguir el compás de mi propia sinfonía. El tiempo tatuado a fuerza en mi cuerpo va dibujándome con desdén día a día la única ausencia no escogida, la mía.