miércoles, 30 de junio de 2010

Desierto horizonte

Declinaba el día y en el ocaso, se vislumbraba rotunda aquella línea inmutable donde se proyectaban nuestras vidas, donde la mirada cobraba sentido, donde se perdía la batalla contra el tiempo.
Llegaba la noche, que en su oscuro silencio envolvía las almas de los débiles, robaba los sueños de los derrotados.
Tan sólo los jóvenes, ciegos de esperanza, sostenían impasibles los ojos sobre la llanura. Los viejos, acechados por otro horizonte, confiaban en la promesa de un nuevo amanecer.

El desierto de los Tártaros (y me dio el siroco)

Hay quienes se recluyen entre cuatro paredes y sueñan con gestas heroicas. Cada día, un mismo despertar de un mismo sueño.
Hay quienes, recluidos, inventan novelas de caballería, cartas de amor o nanas de cebolla. La libertad es un acto estrictamente individual.

Frío

Desnudo en la fría sala
observo correrse la tinta de mis últimos versos.
Lluvia incesante, moja lo mojado,
arruga la piel y entumece mi alma ajada.
A veces en compañía de la pena,
hilo sombras en forma de mujer,
con las que solo consigo conversar en llantos.
Desnudo en la fría sala
observo cómo el agua recorre mi grisácea piel
y entono al son de la desesperación
canciones que susurro
a los rincones encharcados.