viernes, 30 de abril de 2010

Tejedora

Clara teje las redes de los pescadores del pequeño puerto y la ropa, manteles y cobertores de casi todas sus familias. No siempre lo hizo, antes sólo tejía redes, pero después del último temporal, cuando su marido y otros tres se perdieron en alta mar, Ana dejó de hablar y sólo tejió. Cada mañana se despierta, coge sus palillos y se sienta al lado de la ventana a tejer con desesperación sin quitar ojo al mar. Los pescadores y otras mujeres del pueblo le traen lana, cuerdas, algas, nylon, y toda suerte de materiales. Clara todo lo teje. De sus palillos como relatos y diálogos perdidos han nacido redes, colchas, y mantillas con historias de mujeres, de pescadores osados, de miedos y anhelos marítimos. Nadie sabe como puede dar forma a esos tejidos llenos de colores, personajes y leyendas.
La mar regresó los cuerpos de todos los pescadores perdidos, menos de su marido. Su pequeño y ajado bote permanece aún meciéndose en el puerto. Cada tarde Clara baja con una gran manta, se sienta en él y se queda ahí hasta que cae el sol. Luego regresa a casa y continúa tejiendo.

miércoles, 28 de abril de 2010

Mr Collins spin-off: “La felicidad cotidiana”

-Es absolutamente necesario cultivar nuestra humildad. Como os decía ayer, siempre hay que mostrarse dócil e inclinar la cabeza cuando nuestro deber nos lo exija. Y de este modo, ser ejemplo para los demás. Afortunadamente, en mí tenéis un admirable modelo de humildad-. Diez rostros, una docena a lo sumo, escuchaban al párroco de Hunsford. El anhelado sol primaveral había alejado a muchos vecinos de la iglesia ese día. Pero entre los asistentes, había alguno realmente concentrado en las palabras de su párroco, tanto que necesitaba apoyar la cabeza sobre el pecho y cerrar los ojos.

Terminado su oficio, el señor Collins se encaminó a casa, donde su mujer le esperaba de excelente humor. Cuando terminaron de comer, Charlotte le comunicó aquello que la alegraba tanto.
-Elizabeth me ha invitado a pasar unos días en Pemberley. Ahora se celebra una feria en Derbyshire y quiere que vayamos juntas.
-No sé si es correcto que abandones nuestro hogar-. Collins le contestaba mientras confeccionaba el próximo sermón.
-Podré adquirir algunas cosas que necesitamos.
-Creo que no es buena idea…
-El niño se vendrá conmigo, le vendrá bien un cambio de aires.
-En esta edad le conviene estar siempre cerca de su padre y de su valiosa guía.
-Nos iremos el próximo lunes.
-Tengo que decir…
-Escribiré a Elizabeth ahora mismo para decírselo -Charlotte se levantó decidida y salió de la habitación.

Unas horas más tarde, el señor Collins estaba sentado en su preciado jardín con su hijo. La luz del sol ya declinaba y, aunque durante el día había calentado vivamente los campos, ahora daba paso a una fresca brisa nocturna. A pesar de esto, el voluntarioso padre no quería que su hijo se recogiera sin entender la parábola del sembrador.
-Entonces, ¿comprendes ya lo que ocurrió con las semillas?
-Pues que unas crecieron y otras no…- el pequeño Charles jugueteaba distraídamente con un bichito despistado.
-Pero, ¿a qué es debido esto?
-Papá, ¡tengo frío!
-La semilla es un importante símbolo con el cual me siento muy identificado…
-Charles, ¡venga para adentro! Es tarde-. El chico no hizo esperar a su madre y, ante el estupor de su otro progenitor, se escabulló rápidamente dentro de la casa.

“Querido señor Bennet:
Como sé cuánto le gustan mis misivas, no quiero que por mi desidia le falte dicho placer. Por eso vuelvo a escribirle, aunque esta vez no para contarle ninguna novedad acaecida recientemente, sino simplemente para hablarle de la confortable existencia que tengo la suerte de vivir. Porque unido al amor de mi querida Charlotte, a la admiración y el cariño de mis buenos feligreses y a la incomparable protección y amistad que me ofrece Lady Catherine, que casi podría decir que no merezco, se une ahora la satisfacción que me produce mi hijo. El cual, aunque joven, ya va mostrando el fruto de mis enseñanzas. Así que puedo decir, señor Bennet, que tengo una vida plena y dichosa…”

lunes, 26 de abril de 2010

Lara

Lara desconfiaba de los chicos de brazos abiertos como ramas de almendro. Soñaba con miradas etéreas. Besaba almohadas llenas de silencios. Lloraba al regresar a casa tras tardes junto a hombres alegres que le susurraban palabras de amor. Su corazón quería sombras donde descubrir luciérnagas por sorpresa. Caricias accidentales que le hicieran sonreir. Y ella lo aceptaba con dulzura, como si de su sino se tratara, pero siempre con los ojos bien abiertos cuando doblaba cada esquina.

martes, 20 de abril de 2010

Orgullo y prejuicio (y zombies)

ORGULLO Y PREJUICIO. O CUANDO LA NOVELA ROSA SE ENCARNA.
Profesor Constantin Pilgrim. Universidad de Berkeley.


Con una apelación al deber sacramental que atañe a cualquier varón con posibles. Así comienza la obra cumbre de Jane Austen (Steventon, 1775 – Winchester, 1817) quien mucho se cuidó de no seguir para sí esta proclama, sabedora de que esta institución supondría un serio obstáculo al desenvolvimiento de su apabullante apetito carnal

En efecto, la biografía de la escritora de Hampshire está jalonada por una feroz resistencia al matrimonio. Actitud que en modo alguno –y menos en su caso- debe equipararse a castidad. Muy al contrario, y pese a los aparentes recatos de la sociedad victoriana, Austen hace gala en sus misivas de una promiscuidad exacerbada, orgullosa y exenta de prejuicios morales.

Pero no hay que acudir a su correspondencia privada para encontrar las evidencias de su principal pasatiempo -por encima, incluso, de la literatura-. El relato de Austen está salpicado de picantes juegos de palabras, guiños sexuales y dobles (y triples) sentidos que, ocultos para las más mojigatas de la corte victoriana, hacían las delicias de sus representantes más despabiladas.

Sin ánimo exhaustivo, Yorker (1) señala algunas referencias sexuales más o menos explícitas (en incluso episodios de esclavismo sexual) en los personajes femeninos de Orgullo y Prejuicio:

-“¿Cuál es el precio habitual del segundo hijo de un conde?”-. Capítulo XXXIII

-“Un consuelo excelente dentro de lo que cabe, dijo Elizabeth, pero a nosotras no nos sirve"- (sic). Capítulo XXV.

-“Durante el tête à tête de un cuarto de hora con la Señora Bennet antes del desayuno (…) entre sonrisas de gran complacencia y general aliento le hizo una confidencia al joven clérigo acerca de aquella misma Jane en la que el Señor Collins había fijado sus esperanzas”- Capítulo XV.

-"Elizabeth le rogó con gran ardor que no perdiera más tiempo"- Capítulo IL.

Pero también los personajes masculinos se muestran revestidos de un halo de lascivia (in)contenida. Señala Yorker en su ensayo que bajo el deseo del Señor Collins de conseguir esposa subyace una idea mucho menos pacata: cansado de someterse al ánimo voluble de lady Catherine de Bourgh, ahora su mayor anhelo es ser desposado, no en el sentido nupcial, precisamente, sino en el del consabido rito sadomasoquista en el que la hembra-opresora sólo libera al varón-rehén hasta haberle infligido indecibles padecimientos.

Siguiendo el mismo ejemplo, es muy significativa la ligereza con la que el reverendo establece su preferencia carnal de una a otra de las jóvenes hermanas Bennet en la misma entrevista con la madre de ambas (capítulo XV). Bajo el foco del lector sagaz lo que se alumbra es el afán de procurarse una relación triangular e incestuosa.

No en vano, se ha afirmado que Austen es el máximo exponente de la llamada “paradoja anglo-hispana”: la contención sexual, que en la literatura española conduce al drama y a la tragedia, en la tradición británica termina desatándose con verdadero libertinaje (3).

Vemos, pues, con Yorker, que las claves de esta relectura no son del todo originales, si bien la efectuada en 2007 por Grahame-Smith (4) sí aporta una nueva dimensión al universo austeniano, oculta durante los casi dos siglos que nos separan desde la primera publicación de la obra.

Aunque de forma sutil, en Orgullo y Prejuico (1813) -como después en La Abadía de Northanger (1818)- se adivina un gusto necrófilo en algunos de sus protagonistas, vistos -hasta el estertor del s XX- como paradigmas del amor romántico.

Así, desde el comienzo de la novela conocemos que el joven Señor Bingley se afinca en Netherfield Park (4). El nombre escogido no es inocente: se trata de una alusión directa a las fosas comunes que existieran en las tierras sobre los que luego se edificaron suntuosas casa de campo de estilo victoriano. En efecto, es sabido que a lo largo de la campiña inglesa fueron enterrados vivos decenas de hombres y mujeres acusados de realizar prácticas sacrílegas, gozar con el bestialismo y ejercer la brujería (5). La rehabilitación de estos espacios, y el otorgamiento de muchos beneficios eclesiásticos se explican como una maniobra para echar tierra a la vergonzante intrahistoria religiosa británica.


Con todo ello no es casual que Grahame-Smith (New York, 1976) se sirva de la novela de Austen para situar su particular festín de vísceras y hemoglobina en el que cobra verismo la hipótesis de que la fuerte secreción de estrógenos de la segunda hija de los Bennet sea percibida por criaturas de ultratumba que, confinados y condenados a una purga de abstinencia ab-aeternum, emergen de las profundidades, confabulados para reincidir en sus prácticas pecaminosas de antaño.

Hay que decir que Grahame-Smith se erige en su obra como un perfecto conocedor de los resortes del diálogo, y que en nada desmerecen los de su obra con la inteligencia que rezuman las disputas dialécticas con que la escritora dieciochesca impulsa sus novelas. Tan es así que los expertos ya sitúan entre las piezas clásicas de la literatura universal aquella conversación que mantienen el Sr Darcy, ya completamente transmutado en un ser de ultratumba, y la Srta. Elizabeth (Lizzy), que acaba de sufrir la dentellada del zombilord inglés dejando al descubierto parte de su estructura ósea.

- ¡Mi brazo! ¡Dios mio! ¡Se está cangrenando, hijo de puta! ¡Mira lo que has hecho!
- Ahhhh, aaaah gorrlr
- ¡Cabrón, hijo de puta!... ¡ Zombie de mierda!
- Sshhhzzz pppurrr aaaaj

Este breve extracto (6) es el máximo exponente de la literatura zómbica, caracterizada por el esfuerzo permanente en lograr una fiel transcripción fonética del arquetípico sonido gutural de los muertos vivientes.

La secreción hormonal como causa de la reacción carnal, clave de bóveda de la obra de una mujer, escritora, del siglo XVIII. Y secreción hormonal como causa de la resurrección carnal, leit motiv de la obra de un hombre (genio), escritor, del siglo XXI. Génesis y apocalípsis, alfa y omega sucediéndose sin solución de continuidad. Giros de tuerca freudianos como trasunto de una epítome cósmica (7).


(1) J. D. YORKER. Pride and prejuice. Deconstructing a few evidences of the Austen´s Sexual world. Cambridge. 1993.
(2) SETH GRAHAME-SMITH. Pride and prejudice and zombies. Quirkbooks 2009.
(3 GIBSON, IAN. “Sensualidad y sexualidad en el segundo y tercer Lorca”. Instituto Andaluz de la Mujer. Junta de Andalucía 2003.
(4) Nota del T. Una traducción literal de Nether-field Park sería “campo de las profundidades”.
(5) "De divinis iustitia - de humanis pecatum”" Anglican archives in St Michael’s Church, Southamptom.
(6) En enero de 2010, Grahame-Smith salió al paso de una grave acusación de plagio admitiendo en su obra “influencias del mejor Salinger, pero en modo alguno plagio de varios de sus pasajes literarios”.
(7) The zombies. She’s not there. Decca. 1964.

miércoles, 14 de abril de 2010

Tortilla de boquerones

Ingredientes
½ kg de boquerones
6 huevos
1 diente de ajo
aceite de oliva virgen
sal
½ gindilla
perejil

Prepara los boquerones en un plato aparte. Te mirarán fijamente, pero no te preocupes, ya no te pueden morder. Luego empieza a decapitarlos uno a uno, y procura, al quitarles la cabeza, que salgan también las espinas y la cola. Así el boquerón queda limpio y sin unos ojos acusadores que te den remordimientos. Termina de dejarlo irreconocible para sus familiares cortándolo en trocitos pequeños.

A continuación, pica media guindilla y un diente de ajo sin miedo, lo de llorar es con la cebolla. Vierte un poquito de aceite en ese plato metálico, negro y con mango, que te regaló tu madre por reyes, y que gracias al microondas y a las pizzas congeladas no has necesitado utilizar hasta el día de hoy. Enciende el fuego y calienta un poco el aceite. Luego echa en él los trocitos de ajo y guindilla. Cuando el ajo esté dorado, incorpora los boquerones y remuévelos con esa cuchara grande de madera que lleva sin salir del cajón de la cocina desde ni se sabe, pidiendo una oportunidad. Luego coge seis huevos y, uno a uno, ábrelos por la mitad haciéndolos romper en el borde de un recipiente, como habrás visto en alguna película o en alguna serie. Procura sacar con cuidado los trozos de cáscara que irremisiblemente se te caerán dentro. Échales una pizca de sal y unas ramitas de perejil picado. Luego añade los boquerones a los huevos, mezcla todo con cariño, y ponlo nuevamente al fuego.

Ya casi está hecha, pero todavía no puedes levantar los brazos como si hubiese metido un gol la selección, ni llamar por teléfono a todo el mundo diciendo que has hecho una tortilla de boquerones. Queda un paso importante. Debe de hacerse por los dos lados, por lo que no hay más remedio que darle la vuelta de vez en cuando, para que no se seque. Cuando tenga la apariencia que suelen tener las tortillas de boquerones (eso si lo sabrás porque habrás comido alguna), sácala del fuego y prepárala en un plato grande para que vista más. Remata la faena añadiendo un poco de perejil por encima. Que parezca que sabes.

¡A quien se le ocurre invitar a los amigos a casa diciendo que te gusta cocinar!

martes, 13 de abril de 2010

Cotidianidad

En el edificio número 29 de la Rue de Clichy, Madame Benoit cosía las últimas prendas a toda prisa, sentada en un rincón del taller de la planta baja, apurada por llegar a tiempo a la entrega de los vestidos al día siguiente. En el ático, Coline ensayaba unos pasos de ballet frente al espejo, convencida de poder mejorar aquel fouetté en tournant. Cécile y Fabien se besaban apasionados en el comedor, los recién casados disfrutaban por fin de las primeras horas de intimidad en su propio hogar. El hijo de la vecina, Pépin, repetía en voz alta la lección una y otra vez, mientras su madre le regañaba cuando éste se despistaba. Monsieur Neville, parado ante la puerta de su apartamento, albornoz puesto y llave en mano, trataba de recordar, sin éxito, a dónde pretendía ir, hasta que su enfermera Lucienne, le ayudó a entrar de nuevo en casa.
El inquilino del 3º piso, tumbado en la cama, observa el espectáculo que sale del armario de su habitación, un frondoso jardín envuelto por una intensa luz que lo penetra todo, a su lado, una escalera de peldaños dorados suspendida en el aire. Él mira la escena con la seguridad y la calma de quien ha encontrado al fin respuestas, comprendiendo que es posible creer, y entonces sintió que no estaba solo.

domingo, 11 de abril de 2010

Supervivencia

Una vez más, un barco naufragó en el océano. Ella se agarró a la única balsa que podía sacarla de allí. Su fé en la idea absurda e inamovible de un ente sólido y sagrado que no podía ser destruido y que definía todo su ser. Amarse a sí misma por encima de todas las cosas y no permitir que nadie perturbase esa máxima.
Aquél muro de contención escondía demasiados fracasos y desengaños de los que ella hubiera podido soportar, de no ser por aquella coraza indestructible a través de la cuál era imposible oír el llanto de aquella niña asustada.

jueves, 8 de abril de 2010

Anduve buscando.

Anduve buscando el lugar donde encontrarme,entre curvas y humedades
respirando confundido nunca di por terminado el camino elegido.
Cuántas veces el destello de la luna o un estanque, que más da!,
cuántas veces me ha seducido.
Y creyendo encontrar descanso, ay! Pobre de mi, he terminado envilecido.
Y no culpo a la pureza, pues bien se que fue cierta, más o menos intensa,
pero siempre atenta.
No culpo al agua ni al cristal.
Culpo al reflejo, es lo que más miedo me da.
En el vidrio irisado de ojos tan enamorados he acertado a verme desnudo,
sin piel, agazapado.
Que horror!, que espanto! Ya me han desenmascarado.
Es entonces cuando la ira y la locura se presentan, a codazos apartan la conciencia
y la lengua viperina libre se expresa.
Dulce ahogo las lágrimas del desconsuelo que poco a poco horadan el corazón lozano que en ese momento tenga entre mis manos.
Aniquilo la presencia, con risa falsa y docta exigencia.
Para después, camino al cadalso, mil absurdas razones poder ir balbuceando.
Esta visión, este esperpento, se torna realidad, lo llevo muy adentro.
Es por eso que al reflejarme en limpias pupilas la tragedia renace,
me persigue y atosiga.