lunes, 26 de abril de 2010

Lara

Lara desconfiaba de los chicos de brazos abiertos como ramas de almendro. Soñaba con miradas etéreas. Besaba almohadas llenas de silencios. Lloraba al regresar a casa tras tardes junto a hombres alegres que le susurraban palabras de amor. Su corazón quería sombras donde descubrir luciérnagas por sorpresa. Caricias accidentales que le hicieran sonreir. Y ella lo aceptaba con dulzura, como si de su sino se tratara, pero siempre con los ojos bien abiertos cuando doblaba cada esquina.