martes, 2 de febrero de 2010

Ausencia

Permanecía allí, pesado e inmóvil cuando me desperté. Nos miramos sin entendernos, aunque sin la más mínima sorpresa. Me levanté, resignado, pensando en cómo planear el día para evitar nuestro encuentro. Salir al parque, tomar un café, todo, menos quedarme a su lado. Conseguí esquivarlo durante algunas horas en que fui felizmente inconsciente, liviano y ajeno a su recuerdo. Las calles abarrotadas de gente, espectáculos de música en el centro, un par de copas en el bulevar. De regreso a casa, abrí la puerta, temiendo que aún estuviera dentro. Parpadeaba la luz roja. Había un mensaje en el contestador. Ella quería verme, y el dinosaurio había desaparecido.