-Hola-. Se besan.
-Hola, encantado.
Él le retira la silla para ayudarla a sentarse, pero no calcula bien las distancias y ella ya iba de camino. Azorado, la ayuda a levantarse. Le sirven la vichyssoise. Ella contesta atropelladamente a algo que le ha preguntado y el contenido de la cuchara no llega a su destino. Mientras intenta limpiarse su bonito vestido, él empieza a ponerse colorado, parece que se está ahogando. El camarero le golpea, él escupe y empieza a respirar. Con lágrimas en los ojos le da las gracias y son invitados a cava para compensar el mal rato, pero el azar dirige el corcho a la frente de ella. Se despiden en la puerta.
-Si quieres nos tomamos una copa- apunta él sin mucha convicción.
-Estoy cansada- “y dolorida”, piensa-. Además mañana tengo que madrugar.
- ¿Un domingo? ¿Por qué?- pregunta con repentino interés.
Ella contesta con timidez y se sonroja un poco. -Mañana voy a una convención. Es la primera vez que se celebra aquí.
-No será la de… “Exiliados de Rivendel”.
Ella lo mira con los ojos muy abiertos y ambos comprenden. -Aiya!- dicen al unísono. Y, sin dejar de mirarse, juntan sus manos al modo élfico.