domingo, 4 de julio de 2010

Cita a ciegas

-Hola-. Se besan.

-Hola, encantado.

Él le retira la silla para ayudarla a sentarse, pero no calcula bien las distancias y ella ya iba de camino. Azorado, la ayuda a levantarse. Le sirven la vichyssoise. Ella contesta atropelladamente a algo que le ha preguntado y el contenido de la cuchara no llega a su destino. Mientras intenta limpiarse su bonito vestido, él empieza a ponerse colorado, parece que se está ahogando. El camarero le golpea, él escupe y empieza a respirar. Con lágrimas en los ojos le da las gracias y son invitados a cava para compensar el mal rato, pero el azar dirige el corcho a la frente de ella. Se despiden en la puerta.

-Si quieres nos tomamos una copa- apunta él sin mucha convicción.

-Estoy cansada- “y dolorida”, piensa-. Además mañana tengo que madrugar.

- ¿Un domingo? ¿Por qué?- pregunta con repentino interés.

Ella contesta con timidez y se sonroja un poco. -Mañana voy a una convención. Es la primera vez que se celebra aquí.

-No será la de… “Exiliados de Rivendel”.

Ella lo mira con los ojos muy abiertos y ambos comprenden. -Aiya!- dicen al unísono. Y, sin dejar de mirarse, juntan sus manos al modo élfico.

Requiem

Llevo 30 años viviendo aquí. Este no es sólo mi lugar, sino la madriguera solitaria desde la cual he hecho frente al tiempo sin tratar de aprehenderlo y a mis preguntas sin apremiar respuestas. Ahora, sin embargo, enferma y extenuada, cuando miro a mí alrededor, me pregunto lo que tantas veces me han preguntado otros ¿Por qué me he quedado tanto tiempo aquí, cuando todo lo que se supone más entrañable para el ser humano está lejos? Solo sé que todas mis ausencias han sido elegidas. Ahora sin embargo el tiempo se me va escurriendo. Por primera vez quiero retenerlo, pero la angustia de la deshora y mi deterioro me cercan. Estoy sola frente al destino, siempre lo he estado, pero ahora me cuesta seguir el compás de mi propia sinfonía. El tiempo tatuado a fuerza en mi cuerpo va dibujándome con desdén día a día la única ausencia no escogida, la mía.