Fíjate en ese hombre. Espera, no mires ahora, gírate hacia mí, sigamos charlando. Si mirase hacia aquí podría verme y tendría que saludarme. Ahora sí, ¿el del abrigo marrón, bajo y rollizo? No, que va, el otro, el del abrigo azul, el alto; ¡pero qué pálido y blanco está! Sí, el que está hablando con la camarera morena. Le pedirá su copa de siempre, ¿pero le está envolviendo algo? ¿Frutas escarchadas? ¡Qué curioso, a mí no me compraba fruta escarchada!
Con la rutina de siempre. ¿Que qué me ocurre? Nada querida, espera, tengo que sonarme la nariz. ¿Se ha ido ya? Avísame cuando se haya ido.
¿Que está pagando? Dime, ¿cómo es su cartera? Fíjate bien. ¿Es de piel de cocodrilo marrón? ¿Sí? Me alegro.
¿Que por qué me alegro? Porque esa cartera se la regalé yo, cuando cumplió cuarenta años; de eso hace ya más de quince años. ¿Qué si lo quería? Es una pregunta difícil. Y sí, creo que lo quería, ¿todavía está ahí?
¡Por fin se ha marchado! Un momento, voy a empolvarme la nariz, ¿se nota que he llorado? Parece una tontería, pero los seres humanos qué tontos somos a veces. Aún me da un vuelco el corazón cuando lo veo.
¿Que si puedo decirte quién era? Claro que sí, querida, no es ningún secreto. Ese hombre era mi marido.
¿Que está pagando? Dime, ¿cómo es su cartera? Fíjate bien. ¿Es de piel de cocodrilo marrón? ¿Sí? Me alegro.
¿Que por qué me alegro? Porque esa cartera se la regalé yo, cuando cumplió cuarenta años; de eso hace ya más de quince años. ¿Qué si lo quería? Es una pregunta difícil. Y sí, creo que lo quería, ¿todavía está ahí?
¡Por fin se ha marchado! Un momento, voy a empolvarme la nariz, ¿se nota que he llorado? Parece una tontería, pero los seres humanos qué tontos somos a veces. Aún me da un vuelco el corazón cuando lo veo.