jueves, 23 de septiembre de 2010

1ª Exposición Relatándonos. Picalagarto 22/09/10

Hace casi un año que este mundo nuestro cuenta con más y más pequeñas historias, algunas reales, otras fantásticas, cómicas o dramáticas (la mayoría). La pregunta es ¿realmente necesita el mundo más historias de amor, más descripciones cotidianas, más metáforas? Yo personalmente quiero creer que no está todo dicho ya, que queda mucho por experimentar al escribir o leer palabras nuevas. Que aparecerán nuevos paisajes, nuevos sentimientos nunca antes vividos por nadie, que vendrán grandes libros, los mejores, aún por escribir.
Y en Relatándonos tenemos los nuestros, hemos creado algo bonito, un contexto en el que enmarcarnos, unos ojos que prestan atención a lo que tenemos que decir, y hemos creado otra obra que trasciende el papel que es la nuestra como grupo, como amigos. Son muchos los buenos momentos que hemos pasado juntos. Hemos compartido cervezas (muchas) allá por Chile, hemos andado por el campo, atravesado valles (por lo menos uno) y abrazado árboles. Hemos pasado estupendos días de playa jugando al disco, a las palas, algunos quitándose el bañador o haciéndonos fotos a cual más ridícula. Hemos hecho un club de lectura, nuestro profe ha publicado un libro, etc. Por otra parte también ha habido malos momentos, unos más livianos como el misterioso caso de la mochila desaparecida y otros más graves como los vividos por alguno de los nuestros recientemente. Y lo que es más importante de todo, aún quedan planes, cosas por hacer, ganas de compartir más momentos: hacer una asociación, jugar al pádel, una barbacoa en el campo de Catherine, pasar unas noches en el desierto... y todo lo que se nos ocurra.
Todo esto se podría resumir en las sabias palabras del gran Julio Iglesias cuando dijo eso de: "Siempre hay por qué reir y por qué llorar. Al final las obras quedan, las gentes se van, otros que llegan las continuarán. La vida sigue igual."

La decisión de Bruno

La decisión de Bruno

El padre de Bruno quería que él tuviera los ojos de su madre, ella en cambio quería que tuviera el pelo rizado y una sonrisa honesta y sanadora. Pero Bruno y el destino tenían otros planes, el no tuvo los ojos de su madre ni el pelo ensortijado, le asustó la vida, los ruidos ensordecedores y los miedos comunes, y decidió no nacer, se quedo enjuto y quieto pidiéndole a su madre que le ayudara a volar al país de nunca jamás, desde ahí mira con los ojos de su madre y juega con una sonrisa que llena el aire de pompas de jabón.

La pérdida

La pérdida

Eva soñó que desde su vientre brotaba un gran árbol de ramas firmes y frutos rojos, y de su ombligo un arroyo de aguas mansas y peces de colores. Soñaba que durante el otoño se sentaba bajo el gran árbol y leía cuentos a los niños mientras las hojas caían suavemente sobre sus pies blancos y fríos.
Al amanecer, mientras una suave lluvia tocaba su ventana, Eva despertó con el olor a desinfección incrustándosele como una aguja sobre la piel. Su cuerpo entumecido yacía aún sobre la camilla con el vientre deshabitado, el corazón abatido y la mirada anhelante de otros sueños.