lunes, 6 de septiembre de 2010

la dispareja

Ana y Juan llevan 10 años juntos. Ana se eleva con facilidad sobre las preocupaciones, construye mundos mientras apenas roza el suelo, le cuesta orientarse en el día y se esparce y vuela con premura por las noches. Juan clasifica y ordena con meticulosa pulcritud su vida y sus estantes. Elabora listas de obligaciones, quehaceres y placeres. Solo ansía y sueña aquello que ha sido comprobado. Ana ríe y llora a borbotones, es una pileta de emociones encontradas y abiertas. Huele y siente más de lo que ve y escucha. A Juan le cuesta la sonrisa, es taciturno. Por la noches, mientras Ana insomne sueña con los ojos abiertos y cerrados, Juan saca cuentas, elabora listas, resuelve formulas y planifica tareas.
Ambos habitan un pequeño mundo itinerante alejado de los torbellinos nocivos de los malos deseos y abierto de par en par a susurros venturosos y risas desatadas. Su casa esta poblada de ventanas grandes y blancas, por unas entran amigos cargados de risas, relatos y amores, por otras entran olores y sabores antiguos. Por las más grandes van saliendo los temores, los odios y los malos presagios.
Por las tardes, Ana y Juan se sientan en el portal de su hogar. Mientras Ana habla y reconstruye los sueños propios y mutuos, Juan la abraza, sonríe y se deja llevar sin planificación alguna por ese mar de buenos deseos y anhelos.