Aunque la gente no lo crea, el trabajo en una biblioteca puede llegar a ser ciertamente emocionante e inesperado, incluso a veces peligroso. Yo lo he comprobado en varias ocasiones, pero la imagen que a menudo transmitimos es la del silencio, con libros esperando en sus estanterías a que alguien se acuerde de ellos, literatura dormida…. Nada más lejos de la realidad.
Esta mañana, por ejemplo, una niña se acercó al mostrador para hacer una consulta. Enseguida vi que era bastante espabilada, la prueba definitiva es que estaba buscando información en la sección de adultos. Tendría unos diez u once años, una bonita melena lisa y rubia e iba vestida totalmente de rosa: minifalda, una graciosa camiseta e incluso unos guantes con la parte de los dedos cortada.
-¿Tienen libros sobre hechizos de amor?- me preguntó con voz resuelta. Me extrañó bastante la petición, pero como buena profesional, me puse manos a la obra.
-Pues tenemos uno que está en la sala y otro prestado.
Le explique dónde estaba el de la sala, pero al encontrarse en la balda de más arriba de una estantería, tuve que ayudarla a cogerlo. Cuando lo tuvo entre las manos, una radiante sonrisa se dibujó en su cara.
-¿Pero tanto te interesa este tema?- la niña asintió enérgicamente sonriendo todavía. Me animé a preguntarle- ¿y has probado alguno?
-Claro, el último hechizo que hice servía para rejuvenecer cincuenta años. Se llamaba “Quítate medio siglo de encima”.
Me quedé allí parada con cara de boba sin saber qué decir y ella tomó la iniciativa -¿me puedes reservar el que está prestado?
-Sí, ahora mismo.
Nos dirigimos a mi ordenador y, después de pedirle su tarjeta de lectora, le realicé la reserva. Tras esto observé cómo se alejaba con paso decidido, apretando el libro en su regazo. Y no pude contenerme. La curiosidad y la incertidumbre sobrepasaron otras consideraciones. Todavía tenía la reserva con su número de lectora en la pantalla, lo copié y busqué su ficha. Efectivamente venía la fecha de nacimiento, 1950. Era fácil hacer la cuenta, hacía justo sesenta y un años.
Esta mañana, por ejemplo, una niña se acercó al mostrador para hacer una consulta. Enseguida vi que era bastante espabilada, la prueba definitiva es que estaba buscando información en la sección de adultos. Tendría unos diez u once años, una bonita melena lisa y rubia e iba vestida totalmente de rosa: minifalda, una graciosa camiseta e incluso unos guantes con la parte de los dedos cortada.
-¿Tienen libros sobre hechizos de amor?- me preguntó con voz resuelta. Me extrañó bastante la petición, pero como buena profesional, me puse manos a la obra.
-Pues tenemos uno que está en la sala y otro prestado.
Le explique dónde estaba el de la sala, pero al encontrarse en la balda de más arriba de una estantería, tuve que ayudarla a cogerlo. Cuando lo tuvo entre las manos, una radiante sonrisa se dibujó en su cara.
-¿Pero tanto te interesa este tema?- la niña asintió enérgicamente sonriendo todavía. Me animé a preguntarle- ¿y has probado alguno?
-Claro, el último hechizo que hice servía para rejuvenecer cincuenta años. Se llamaba “Quítate medio siglo de encima”.
Me quedé allí parada con cara de boba sin saber qué decir y ella tomó la iniciativa -¿me puedes reservar el que está prestado?
-Sí, ahora mismo.
Nos dirigimos a mi ordenador y, después de pedirle su tarjeta de lectora, le realicé la reserva. Tras esto observé cómo se alejaba con paso decidido, apretando el libro en su regazo. Y no pude contenerme. La curiosidad y la incertidumbre sobrepasaron otras consideraciones. Todavía tenía la reserva con su número de lectora en la pantalla, lo copié y busqué su ficha. Efectivamente venía la fecha de nacimiento, 1950. Era fácil hacer la cuenta, hacía justo sesenta y un años.