lunes, 5 de julio de 2010

El zaguán


En la esquina, donde María La Porra plantaba su quiosco cada día, se abandonaba la última sombra antes de enfrentarse a aquella calle sin fin, fea y desnuda de vegetación.

Lánguidos niños con mochilas, y señoras sofocadas trajinando bolsas de sandías y tomates la atravesaban absortas en una sola cosa: alcanzar el zaguán. Sus sombras no estaban. Saltaban a cada casapuerta para obtener resuello.

El sol caía a pico desde la primera hora de la mañana a la última de la tarde, desde mayo hasta septiembre. El pavimento reverberaba más allá, y a cada paso se derretían las suelas de los zapatos contra la acera feroz. ¿O eran los chicles que, endurecidos en invierno, recobraban su elasticidad como pidiendo una nueva oportunidad?

Alcanzar el zaguán. La misma excitación del pez que vuelve al agua tras la captura. La garantía de otra bocanada de vida. De otra tarde de verano.

"Mal de Amores". 1905. Julio Romero de Torres.
Museo de Bellas Artes de Córdoba.