domingo, 11 de abril de 2010

Supervivencia

Una vez más, un barco naufragó en el océano. Ella se agarró a la única balsa que podía sacarla de allí. Su fé en la idea absurda e inamovible de un ente sólido y sagrado que no podía ser destruido y que definía todo su ser. Amarse a sí misma por encima de todas las cosas y no permitir que nadie perturbase esa máxima.
Aquél muro de contención escondía demasiados fracasos y desengaños de los que ella hubiera podido soportar, de no ser por aquella coraza indestructible a través de la cuál era imposible oír el llanto de aquella niña asustada.