sábado, 8 de octubre de 2011

Una jornada distinta

Hoy va ser un día diferente y especial—Pensó Anselmo cuando cómo cada día, siguiendo la misma rutina se disponía a  salir de su casa camino del ascensor.

Todos los días el despertador sonaba a las 7.45 horas, pitido que subía su tono progresivamente. Acto seguido el estiramiento habitual de 10 minutos, que ayudaba a estimular las articulaciones y evitaba alguna molestia muscular, propia  de la edad.

 Después se fue hacia el cuarto  de baño, abrió el grifo de la ducha, se miró en el espejo y observo cierta palidez  en el rostro, pero se dijo  “!bah¡  una buena ducha, un afeitado y cómo nuevo”.Una vez terminada  la ducha y el aseo personal, se perfumó y  fué hacia el armario donde tenía colgados los trajes y camisas

Hoy es mi día de suerte, se decía mientras elegía un traje gris de corte clásico, una camisa color marfil así cómo una corbata de tonos Burdeos, dandole un aire de distinción y colorido .Cogió los zapatos negros, cepillados la noche anterior y se miro en el espejo de sastre calificando su aspecto con un notable.

A sus 68 años seguía conservando parte de su pelo blanco con toques grises en  las sienes, su metro setenta y cinco de estatura y su cuerpo moldeado por la gimnasia constituían una imagen bastante seductora tanto para mujeres de su edad cómo para algunas jovencitas .Satisfecho de cómo se veía, descolgó el abrigo azul marino, la bufanda Burdeos y se miro por última vez en el espejo.
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Miró el reloj, eran las ocho cuarenta y cinco, una hora exacta cómo cada día y con tiempo suficiente para acercarse a la cafetería habitual, donde se encontraba con sus compañeros de desayuno., saboreando sin prisas el café, la media tostada y su copa de brandy Luis Felipe.

Procedió a llamar al ascensor y en el transcurso de la espera y bajada, recordó el sueño que lo había tenido despierto las primeras horas de la noche.

No le dio mas importancia y se dijo para convencerse “que sería originado por la cena en casa de su hermana, la  manía de unas salsas fuertes y tomar carne con lo indigesta que le resultaba para el estomago que tenia últimamente delicado “
Pero a la vez también  y en voz baja se decía ¿seria cierto? ,¿Y si lo fuera? ; Lo despertó el  timbre habitual del ascensor al llegar al planta baja

 
El contacto con la calle le hizo estremecerse al sentir en su rostro el aire frío de un día gris y  nebuloso propio de las alturas del mes de Noviembre en las que se encontraba, se subió las solapas del abrigo, así cómo se colocó protegiéndose el cuello la bufanda, prenda que daba el toque de  alegría tanto  a su indumentaria cómo a la jornada que se presagiaba

Mientras caminaba a paso tranquilo se decía que el optimismo con el que había comenzado  no se lo arrebataría nadie y menos un día cómo éste

Avanzaba  hacia la cafetería, observando el trasiego continuo y rutinario de las personas, madres tirando de niños para el colegio ya sea de la mano o de un carrito, con carros de compras, bolsas de deporte, ejecutivos con sus trajes y carteras, gabardinas y abrigos, hablando por los móviles con multitud de aspavientos y gestos, el incesante sonido de los claxon de los automóviles en el constante  atasco diario.

Pero Anselmo caminaba cómo si dispusiera de todo el tiempo del mundo (afirmación cierta ya que llevaba jubilado ocho años).

Al llegar a la cafetería, dio una ligera mirada a todo y en especial a la mesa que, como siempre, ocupaba con sus amigos de tertulia, al fondo del local  ,.junto a una pecera con peces tropicales y una gran cristalera que permitía ver los jardines del fondo.

Al principio le extrañó no ver a sus compañeros, pues por lo general llegaban antes que él. Paco y Javier con sus chandals y zapatillas, después de haber caminado los cincuenta minutos diarios ,costumbre adquirida cuando a ambos los jubilaron del Banco Exterior de España y que llevaban realizando diez años todos los días con lluvia ,frío o calor ,salvo cuando con sus respectivas esposas tomaban las vacaciones para ver a hijos y nietos dispersos por la geografía española;. Román que había regentado una librería hasta que la crisis y el centro comercial adyacente motivaran su cierre, con sus clásicos chalecos  de lana, que su esposa seguía confeccionándole y que él se ponía le gustara o no, para no contradecirla con ese amor que caracteriza el  paso del tiempo entre dos personas.

 Por último Domingo, el eterno viudo, pues su esposa murió joven al dar a luz a la  única hija que pudieron tener.De eso hacia ya veinte años, había criado y educado a su vástaga lo mejor posible, estando orgulloso de la orientación profesional de su hija, enfermera del Hospital San Ignacio, donde muchos años él había sido celador .Nunca pensó en casarse ni en ninguna otra mujer que no fueran su hija y su  desaparecida esposa Eloisa .

Un grupo variopinto donde el destacaba por ser el único soltero.

Se acerco a la mesa y cogio el periódico lanzando una mirada al titular LOS ESTADOS UNIDOS ELIGEN CANDIDATO PARA LA CASA BLANCA, dio la vuelta al periódico y empezó a ojear las paginas de los programas de televisión ,anuncios ,carteleras de cine ,crónica social así cómo las esquelas ,por si cómo un instinto de supervivencia y algo tétrico lo llevara a pensar que nunca llegaría la hora de verse en ella y así  encontrar algún conocido teniendo que asistir al rito del sepelio, escuchando las voces de conocidos y amigos que una vez y otra le decían “pero chico que bien te conservas “ ,”Nos vas a enterrar a todos”

De pronto sus ojos se quedaron fijos en una esquela, rectangular, no de gran tamaño, en negrita y cursiva, sus manos temblaron, su rostro adquirió el color pétreo de las figuras de alabastro que adornaban la cafetería.

Levanto los ojos del papel y observo lo que le rodeaba, vio al camarero Rafael de un lado hacia otro, las mesas y sillas  ,los jarrones con las flores amarillas y azules  ,las señoras que se sentaban junto a ellos y sólo parloteaban de la televisión ,de sus nueras y yernos y de sus maridos, eso seres tan incompetentes que después de muchos años con ellas ,no tenían ni los mas mínimos detalles..
Pero no percibía ni ruidos ni olores. Volvió a mirar la esquela, suspiró y cerrando los ojos memorizó el texto
 
ANSELMO RODRIGUEZ DE LA SIERRA
Ha fallecido  a   la  edad de 68 años en su domicilio, de la calle Sacramento 44
Familiares y amigos ruegan una  oración por su alma
El traslado del cuerpo se efectuara a las nueve de la mañana hacia el tanatorio nº 4, donde se celebrará la misa de in corpore insepulto, para luego proceder al traslado de los restos al mausoleo familiar ,por cuyos actos de caridad cristiana le estaran eternamente agradecidos.



Miró hacia la cristalera y el cristal no le devolvió su mirada.

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