miércoles, 3 de agosto de 2011

Funny game

Desde la cocina, donde estaba cortando la verdura, no se oía la conversación de la habitación. Ni siquiera llegaba un susurro. Tanto mi madre como su amiga hablan más bien bajito. Sobre todo ella, su amiga, qué mujer más educada, me había causado muy buena impresión. Su corte de pelo tan moderno para su edad, su ropa tan elegante. Solamente había un pero. Eran más de las nueve y seguía allí, después de tres horas. Seguía sentada frente a la cama de mi madre contando historias, y aunque a ella le servía de distracción ya iba siendo hora de un poco de intimidad. Mi madre tenía que tomar sus pastillas y comer algo antes de que fuera más tarde. Estaba claro que me tenía que quedar a cenar, otro día que llegaría tarde a casa.

Fui al salón y encendí la tele. Tras un breve repaso tuve la suerte de ver que empezaba una película. Qué estupenda sorpresa, la primera de “Funny games”, esa no la había visto, podría ser un buen plan. Podría terminar de preparar la cena rápidamente y sentarme a verla. Sí, eso es lo que haría.

Corté unos tomates, un poco de lechuga, unos espárragos, y me acerqué de nuevo al salón, a ver qué estaba pasando en la peli. Ya estaba aquel angelito de muchacho con los huevos en la mano. Ya empezaba lo bueno. Ahora es cuando llega su amigo y comienza a liarse la cosa. La violencia como escape, cuando no hay nada en lo que pensar, cuando no hay ninguna necesidad ni meta. Me atraía esa visión, esa rebeldía extrema.

Al fondo del pasillo aquella luz tenue propagaba ahora sí los ecos de algún episodio del hijo de esta buena mujer, no recordaba cómo se llamaba. Miré el reloj de la pared. Esto ya era el colmo. Eran ya las diez y media y nada, no se iba. Había que hacer algo. Otra vez, como ya me había ocurrido hacía unos años, me asaltaba el ansia del mal, de salirme del camino. No era justo hacer siempre el mismo papel, desde pequeña, la buena chica, a la que le pertenecen las buenas notas y las palabras comprensivas.

Fui hasta la cocina, cogí el cuchillo de antes, era perfecto. Y enfilé hacia la habitación. Una vez en la puerta avancé lentamente. Giraron sus cabezas, podían ver muy bien mi cara, y mi mano firme con el cuchillo bien apretado entre mis dedos. Sus rostros de confusión y su balbuceo pidiendo alguna explicación me animaron a continuar.

- Señoras, ha llegado el momento de poner las cosas claras. No todo en esta vida puede ser de color de rosa, a veces es necesario mezclarlo con un brillante rojo sangre, todo bien combinado.
Es tarde, ha empezado una buena película, tengo hambre, tú tienes que tomar tus medicamentos… debo pedir por favor que usted se vaya, amable señora. Estaré encantada de acompañarla hasta la puerta antes de que las voces que me acompañan me empujen a suplicárselo de forma más contundente. No sé si me explico.

Apenas sin parpadear se levantó de su silla y pasó junto a mí despacio primero y más rápido después hasta que sonó el portazo. Mi madre, con los ojos desorbitados luchaba por encontrar alguna palabra, sin poder incorporarse de la cama a causa de su convalecencia.

Volví al salón con una serena satisfacción y subí el volumen. Llené hasta arriba el vaso de agua y pinché el primer trozo de tomate. Ya estaban los muchachos golpeando al padre, aunque sin perder la educación, claro, eso era lo primero.

3 comentarios:

  1. Muy bien Elena!!! Me gusta como se mezclan y coordinan las 3 situaciones: la madre y la amiga, la protagonista y sus deseos y la peli. Bien por la chica y sus decisión!! besotes. Rosy

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  2. Muy bueno Elena. Está muy bien que todo comience como un episodio doméstico cualquiera y se transforme por los instintos violentos de la prota. Además que el detonante sea la película, creo que es un acierto. Y se mantiene la incertidumbre hasta el final, yo me preguntaba si rodaría la cabeza de la amiga cansina. ¿Autobiográfico verdad? no te figuras lo identificada que me he sentido...

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  3. Gracias chicas! Me alegra que os guste. Basado en hechos reales, aunque el final real era demasiado sangriento y tuve que suavizarlo.

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