domingo, 18 de julio de 2010

Relatos

PUERTAS
Cerró con fuerza la puerta al salir de casa y asustó a  unos pájaros que escaparon hacia el cielo. Deseaba lluvia y de nuevo el sol brillaba.
“Otra vez este apático sol”, pensó con irritación mientras se arrastraba hacia su coche.
“Otro día de trabajo, atasco y tediosa rutina...”.
Abrió la puerta, insertó la llave y puso en marcha el motor. Antes de arrancar salió para quitar un papel atrapado en el limpiaparabrisas, y lo tiró al suelo con indiferencia sin mirar su contenido. Salió disparada hacia su monótono día y el papel siguió rodando en el asfalto caliente.
Decía: “Siempre te querría, mi vida”. 
DETALLES
Paseaba por las calles de París, sola, sin rumbo, con el único objetivo de aliviar los pensamientos que no le dejaban descansar, daba igual si con la fresca caricia del viento o el placer de una buena copa de Sauvignon. Los bares le parecían cuevas de desesperados, las personas maniquíes sin personalidad ni conciencia. Tres chicas pasaron a su lado con prisa, el sonido de sus tacones en la acera y sus frívolas carcajadas amplificaron el eco de su tristeza. Iba por una calle que estaba en obras, arena en la vía y en la acera, y empezó a escuchar un sonido placentero. Mientras avanzaba se percató de una niña de unos doce años, que paseaba sola en el borde de la acera, como un escalón por encima de la banalidad. Aceleró el paso y la superó. La miró de reojo y vio que tocaba una flauta. Sonrió.

2 comentarios:

  1. Y digo yo que, si sabes contar estas pequeñas historias grandes, ¿por qué no te prodigas más? Me ha gustado volver a leerlas (pero queremos nuevas).

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