jueves, 25 de marzo de 2010

La levedad y el peso

Justo hoy, cuando mi conciencia de un mundo funesto me permite apenas respirar, y salgo a la calle movido sólo por necesidades vitales, me encuentro de pronto con ella, que viene flotando con aquella sonrisa de buenos presagios y mirada de durazno en flor. Y aunque me tropiezo y casi caigo sumergido en su pelo rojo siniestro que en algún momento robó mi lucidez, alcanzo ágilmente a sumergirme en las revistas del quiosco de la esquina, convertido momentáneamente en la fortaleza que defiende mi honor de esa dulce afrenta. ¡No bajaré las armas! ¡No podrás conmigo!, me digo en silencio, mientras ella- perfumada y etérea- pasa por mi lado fingiendo que no me ve, humillándome por no haber sucumbido a nuestro destino.

2 comentarios:

  1. Bueno, más vale tarde que nunca.
    nos vemos
    Rosy

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  2. Tiene un toque de desesperada soledad, no? Un deseo de darle sentido a lo que parece no tenerlo...

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