miércoles, 17 de marzo de 2010

La complicada historia de lo simple

Ahora no se le ve mucha relación con el libro que estamos leyendo, pero de verdad que se me ocurrió a raíz de su lectura. Meditaba sobre la idea de que a veces somos nosotros los que nos complicamos la vida dándole al tarro...


En su mirada solía haber un halo de tristeza. Como cuando los ojos de alguien brillan repentinamente y decimos “un destello de felicidad iluminó su mirada”, pero en su caso siempre era de tristeza. A veces esta luz permanecía largo rato, otras veces aparecía súbitamente y se marchaba de la misma forma. A veces, surgía tras una tímida sonrisa, como para frenar la promesa de un momento de alegría. Él se preguntaba qué podía haberla entristecido tanto y hablaba con ella intentando averiguarlo. Pero hablaron tanto que ya no quiso dejarla marchar. Se juró a si mismo que borraría de su alma todos los malos recuerdos para sustituirlos por otros alegres, que fuera cual fuera su pena, acabaría desterrándola de su rostro. Ella se quedó con él, aseguraba que era feliz, pero el destello de tristeza no había desaparecido. Incluso se podría decir que ahora se manifestaba más a menudo. Un día al despertar, sus ojos no podían ver. Se asustaron mucho y él la llevó rápidamente al hospital. Allí estuvo varios días hasta que le quitaron las vendas. -Si todo ha salido bien, debería volver a ver sin problemas- dijo el médico. Le quitaron las vendas y ella dio un grito de júbilo, veía perfectamente. Ahora él la miraba fijamente cuando hablaba, el halo de tristeza se había desvanecido, en su lugar había quedado una peculiar bizquera. En unos días su melancólica enamorada había sido sustituida por una chica que parecía haberse tomado un par de copas de más. Suerte que este nuevo destello era más esporádico que el anterior.

2 comentarios:

  1. Una triste historia no exenta de cierta ironía al final. Gracias por animarte y animarnos a continuar.

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  2. Bueno, en mi mente no era triste del todo.

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