lunes, 7 de marzo de 2011

El visitante

El día había sido agotador, últimamente esta era la tónica de su vida. Todo giraba en torno al trabajo y siempre estaba estresada, tratando con unos y con otros, peleándose para conseguir resultados óptimos, y el tiempo se le escapaba de las manos. Ahora volvía cabizbaja. Era ya de madrugada, pero el taxi no había podido entrar en su calle a causa de las obras y se bajó algo lejos de casa. De todas formas le apetecía pasear. Caminaba ensimismada cuando escuchó unos pasos que la seguían, eran lentos pero su eco se sentía claramente. Instintivamente Irene se volvió con brusquedad y desconfianza, pero nadie iba tras ella. Continuó andando con alivio, aunque aceleró un poco. Pero los seguía oyendo, los pasos venían detrás de ella. Volvió a mirar hacia atrás y volvió a acelerar su marcha, y con horror se dio cuenta de que la otra persona también iba más deprisa. Pero no veía a nadie. “Venga, tranquilízate Irene”, pensó, “estarán sonando en otro sitio y en el silencio de la noche los percibes a tu lado”. Porque eso es lo que estaba ocurriendo, cada vez estaban más cerca. Irene, lejos de tranquilizarse, notaba su corazón palpitar apresuradamente. Pero ya se encontraba cerca de casa, un esfuerzo más y estaría a salvo. Con la boca seca intentaba aspirar todo el aire de que era capaz, le faltaban las fuerzas, pero eso no le impidió salvar los metros que le quedaban en una frenética carrera, oyendo siempre los pasos aproximarse, cada vez más claros, cada vez más rápidos, hasta que los sentía justo a su espalda…
Alcanzó su portal. Tras dos intentos consiguió abrir la puerta con manos temblorosas. Cerró con fuerza y subió las escaleras todavía corriendo. Le quedaba una última puerta. Esta vez la abrió con mucha más facilidad. La cerró tras ella, giró la llave y se quedó pegada a la madera escuchando. Nada. Silencio. Solo los latidos de su corazón. Entonces se dejó caer en el suelo, todavía junto a la puerta, y rompió a llorar. Y lloró como hacía mucho tiempo que no lo hacía, con sollozos que le salían directamente desde el pecho, quizá de algún lugar más profundo. Todo el cuerpo le temblaba mientras las lágrimas rodaban por su rostro y se iba tranquilizando poco a poco. Después de un tiempo que nunca supo calcular, sintiéndose más serena, se levantó y fue a su dormitorio. Se desvistió y se acostó. Mañana seguiría pensando, hoy ya no podía más. Acababa de cerrar los ojos cuando oyó un ruido, unos pasos acercándose. Con sobresalto se incorporó y encendió la lamparita que tenía junto a la cama y a punto estuvo de gritar cuando vio a Curro. El bueno de Currete, allí estaba mirándola con ojos soñolientos y moviendo el rabo alegremente. Irene lo cogió en brazos con una sonrisa en los labios y le rascó la cabeza.
-¡Menudo susto me has dado, tonto!- le amonestó, pero decidió que esa noche dormiría junto a ella. Irene volvió a cerrar los ojos con una mano sobre el cuerpo de su perro. No podía seguir así, tenía que cambiar su vida o se volvería loca. Y estaba tan agotada, tan cansada de todo…
Irene ya lejos, en el mundo de los sueños, respirando acompasadamente, no se dio cuenta de que una oscura silueta se inclinaba sobre su cabeza, tan cerca que si quería podía besarla.

3 comentarios:

  1. Inquietante retrato de la ansiedad a la que podemos estar sometidos, o a la que nos sometemos nosotros mismos, respecto a algo que puede estar o no sólo en nuestra imaginación. Me gusta el giro final, en el que esa ansiedad se justifica. El detalle de ese "besarla", a pesar de no ser políticamente correcto (podría decirse), ¿crees que podría ser de un admirador secreto, o de un amante que ella conociese?

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  2. Claro, yo lo identifico como algo que la acecha, material o inmaterial, con intenciones oscuras (en este caso se aprovecha de su debilidad) o como una especie de ángel protector (que busca que ella reaccione). Lo que tú propones podría entrar en una de las dos opciones. Desde luego la idea de un admirador secreto que entra en tu casa y tiene la posibilidad de besarte mientras duermes pone los pelos de punta.

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  3. Lo curioso de la historia es que Curro tampoco reacciona a la presencia de ese "admirador secreto", pero claro que caben muchas opciones, a cada cual más inquietante... Interesante.

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