lunes, 8 de noviembre de 2010

Boletus

En el plato de él apenas quedaba un rastro de aliño de huevas. En el plato de ella, unas setas salteadas, intactas, habían dejado de humear.
Él se afanaba rebañando un resto de aceite con el último pedazo de un bollo de pan. Ella se esforzaba en explicar algo de lo que -a juzgar por los impetuosos ademanes de cabeza- él debía estar ya convencido. La tercera vez que lanzó el tenedor contra su plato, le sujetó la muñeca clavándole los ojos.
- Parece que lo que te estoy diciendo te importa muy poco.
- ¿Qué dices, cariño? Eres lo que más me importa en esta vida. Tú y los niños, lo sabes-, dijo en un tono afectadamente lastimero.
- Ya no voy a pedirte más que lo demuestres. Quiero que nos separemos, y los niños vendrán conmigo-. Cogió su bolso y se marchó del restaurante ahogando la rabia, y haciendo inútiles todos los gestos con los que él trataba de mostrarse atribulado.
Esperó dos minutos, fuera a ser que ella regresara. Intercambió los platos, terminó las setas, pidió la cuenta e hizo una llamada de trabajo que se prolongó después de firmar el recibo del pago con tarjeta.

La actitud miserable de aquel tipo merecía toda mi atención (podía servirme para un relato…). Regresé a mi propia conversación cuando al fin se alejó hablando por el móvil.
- ¿Qué decías, cariño?
Pero no encontré respuesta en aquel plato de setas salteadas, intactas, que habían dejado de humear.

5 comentarios:

  1. Pero qué aplicado eres, lo prometido es deuda eh? Divertido y bien escrito. Ole!

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  2. Me gusta Javi, como dice Bego, bien escrito.

    Lo que capto no se si es lo que intentas expresar, si es así, genial, si no, me encantaría que lo pusiéramos en común.

    ¿Los espejos también te acechan?

    Es interesante tío.

    Un abrazo.

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  3. Está muy bien, y con moraleja para hombres! Lo que más me gusta es el paralelismo entre los dos platos de setas que abre y cierra el relato. Lo que menos, la palabra "bollo"... perdón!

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  4. Pues no se qué deciros. Se trata de una historia surgida de un juego literario que propusimos la noche anterior. El trasfondo –del todo espontáneo- me sorprendió a mi mismo porque podría revelar alguna idea circunstancial que rondaba la cabeza. De todos modos, no es buena idea la identificación autor-narrador. Corremos el riesgo de autocensurarnos.

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  5. Gran verdad la que dices, Javier. Es lo malo de recrear tan bien las situaciones, que parece que las hubieses vivido. Buenas referencias gastronómicas; casi se huelen las setas. Bien lo de lanzar el tenedor y clavarle los ojos.

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