sábado, 16 de octubre de 2010

La Amortajada

A pesar de la quietud y del frio gélido, nadie, excepto él, se había dado cuenta que Ana ya se había ido. Las conversaciones en torno a ella continuaban entre susurros más por costumbre que por congoja. En su lecho, Ana inmóvil, trataba de alcanzar los retazos de aquellos silenciosos diálogos. Quería seguir oyéndose nombrada por otros, quería seguir paseándose alegre en medio de su vida. Sin embargo, cada vez las voces se oían más lejanas. “No me quiero ir”, repetía inquieta sin poder mover los labios, “aún no”, volvía a gritar, pero su cuarto seguía sombrío y quieto acompasado sólo por los balbuceos indiferentes de los allí estaban.

De pronto, estremeciendo sus pálidas facciones, él entró en la habitación. Su rostro anunciaba la certeza de una ausencia irrevocable y desoladora. Los dolientes tomaron de súbito conciencia de la razón de su presencia ahí y se pronuncio un silencio interrumpido sólo por los cuidados pasos de él sobre la madera crujiente. Tembloroso se acercó al lecho y posó sus ojos anonadados sobre los de ella. Ana sintió de pronto que volvía a la vida, que sus mejillas se tornaban nuevamente rosadas, y que su aliento volvía a hacerse vapor en medio del frio. Inquieta, alargó su pequeña mano para hundirla y enredarla una vez más en las de él, él sin embargo, somnoliento y agotado, permanecía inmóvil y ajeno a sus esfuerzos.
Ya exhausto, y con la certeza de lo inevitable, tomó una bocanada de aire, y con temblorosa ternura fue cerrando uno a uno los fatigados párpados de Ana. Entre sollozos le susurraba que estuviera serena, que todo aquello era un mal sueño, que no temiera, que volvería con cada primavera a enredar sus manos en las de él y a decirle al oído ¿sabías que eres el amor de mi vida?

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho cómo nos pones en situación. Cómo muestras lo que siente ella y lo que sucede a su alrededor. En fin, amor más allá de la muerte... estremecedor.

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  2. Hay tres detallitos que me chirrían. Pero es lo de menos.
    He sentido la atmósfera del duelo, y deleitado con la conexión amorosa. Una recreación precisa y emocionante, Rosy.

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