domingo, 5 de septiembre de 2010

Abogado del diablo

Habían transcurrido casi dos años y como no podía haber sido de otra manera, Pemberley, aquel lugar tan imponente y maravilloso se había vuelto insufrible para Darcy

- Hola, hola, ya estamos aquí de nuevo – le saludó casi sin mirarle su querida suegra- Uff qué viaje más agotador, me parece que pronto tendremos que mudarnos más cerca porque unas señoras como nosotras no podemos estar todo el día de aquí para allá. Y esta niña… pero Mary deja ya de mirar ese libro y ayúdame con este vestido. Ay Dios mío cuándo encontraré un marido para ti. Fíjate en tu hermana, gracias a mis consejos, qué buenas posesiones tiene…

Darcy se dio medio vuelta, justo cuando aparecía Lizzy quien vio la cara de resignación de su marido. A pesar de sus esfuerzos por mantener lejos a su madre y hermanas, a excepción lógicamente de Jane, siempre se presentaban en el peor momento, y últimamente Darcy no estaba de humor…

- Hola, hijita. ¿Qué…?¿Has pensado lo de la fiesta que te comentaba en la carta que te envié?¿que todavía no la has recibido? Pero si la envié justo antes de salir..bueno, bueno, no importa. Tienes que pensar en tu hermana Mary. Pobrecita, ella no es tan guapa ni lista como vosotras. Tienes que pensar en ella. ¿Me lo prometes?

A Lizzy no le quedó más remedio que decirle que sí, aunque sabía cuál era la opinión de su marido, teniendo en cuenta que desde su boda se habían celebrado ya cuatro fiestas con la misma excusa. Para Darcy, Pemberley era su retiro, el lugar donde olvidarse de la gran ciudad y las gentes fatuas sin más aspiración que el chismorreo y la injuria.

Para colmo el Sr. Benet se encontraba delicado de salud y Lizzy cada vez iba con más frecuencia a visitarle. Al poco de haber marchado su famila, recibió una nota indicándole que su padre había empeorado.

- Voy a ver a mi padre. Está peor. ¿Vendrás esta vez?- le dijo a Darcy aquella noche.

- Pues si tan mal estaba no sé como su familia se marcha y le deja allí solo.

- Ese no es el tema y lo sabes. Desde que nos casamos tan sólo has ido una vez por Navidad y…

- Y es más que suficiente, teniendo en cuenta que ya ellos lo compensan con sus visitas

- Sabes que no es lo mismo.

- Evidentemente que no es lo mismo, y no estoy dispuesto a volver a ver a tu madre cuando no hace ni tres días que se marcharon de aquí.

- Yo no te digo nada cuando vienen tus amigos a cazar o te pasas varios días fuera

- ¿Que no dices nada…?

Últimamente se repetían con más frecuencia de lo habitual diálogos como éste y siempre terminaban igual, con Darcy marchándose. La verdad es que el carácter tan directo e independiente de Lizzy que le cautivó casi desde el primer instante, se le iba volviendo cada vez más insufrible, habiéndole dejado ya varias veces en evidencia ante sus conocidos. Darcy comenzaba a arrepentirse de su impetuosidad…

4 comentarios:

  1. Como los malos estudiantes, publico con retraso este relato. Lo siento chic@s, pero el blanco y el negro no existen...

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  2. Como en la vida real, ni las historias románticas llenas de cartas amorosas, ni los encuentros del destino bajo una preciosa lluvia primaveral, pueden asegurar la felicidad para nadie... lo que tenga que acabar, acabará de una manera u otra; y lo que tenga que durar -afortunadamente-, durará, lo queramos o no...

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  3. Javier, me parece que has conseguido un buen diálogo, que fluye con naturalidad. El narrador, además, aporta elementos que conducen a un desenlace realista, opuesto a la querencia austeniana por los finales felices.

    El título... ...¿no es un intento de justificar esta versión de la historia? Si es así, no es necesario. Es la del narrador, no al del autor (o eso nos enseñaron).

    Prodígate más, ¿no?

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  4. Está muy bien Javier, pero aunque tus personajes parezcan más cercanos que los de Austen, yo quiero seguir pensando que Darcy y Lizzy son felices y comen perdices...

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