jueves, 3 de junio de 2010

La despedida

Miró a todos a su alrededor, se humedecio un poco los resecos labios y esbozo una sonrisa apenas visible. Ya no le quedaba más tiempo, y ya no quería o no podía decir nada más. Desde su lecho observo con ternura la ventana que daba a la pequeña plaza cerca de su hogar, si se concentraba podía oler aun las baguettes de la panadería y oír el melodico acordeón del pequeno bar de la esquina. Ya que estaba cerca decidió ir hasta su casa por ultima vez. Empujó la pesada puerta que daba al antiguo patio de piedras desde donde, desde hace más de 30 años, la llamaban a voces los amigos y vecinos. Acaricio las acabadas puertas de vitroux, que cada manana, a las 9 en punto, inundaban con sus colores las viejas y deslucidas escaleras del lugar.

Subió con mesurada calma a su viejo y amado piso, entrelazandose sus quejidos y dolores con los de la antigua escalera. Recorrió por última vez sus libros y las fotos sobre la chimenea. Se sirvió un té y se sento como cada tarde a contemplar por la ventana de la cocina como salían alegremente los niños de la escuela. Fue a su cuarto y abrió la pequeña ventana para que entrara algo de luz. Se detuvo frente al deslucido cuadro de su país, el retrato de las escaleras y ascensores que poblaban el puerto de su infancia, y recordó el mar y sus sabores.

Respiró hondo, se detuvo en medio de la sala y dijo: "Ya es hora, ya me voy”. Cogió su boina, su largo abrigo azul, el libro aun sin terminar y bajó con cuidado las escaleras. Coloco el pesado llavero a los pies de la entrada, abrió la pesada puerta y caminó rauda hasta perderse entre las sinuosas callejuelas.

1 comentario:

  1. Pido perdon por los errores en los acentos, pero ha sido escrito en un cafe aca en Francia y el teclado es un enredo que no lo entiende nadie. Hice lo que pude,cuando llegue alla lo corregire y publicare corregido

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