miércoles, 31 de marzo de 2010

No amarás

Mientras él la poseía, sus párpados se iban apretando como ostras, y sus sienes cabalgaban de latidos azuzándola entre espasmos y chillidos de cría asustada. Sus senos crecidos no eran suyos, erguidos como sierras que escapaban a su natural llanura de pasividad. Nada podía ver en su noche poblada de imágenes que venían sobre ella para acrecentar el placer que no lograba dominar, que no podía contener. “No amarás” Oía dentro de sí, “serás solo agua de río”. Así sería cada vez, dominada por el peso de su eterna levedad.

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