domingo, 21 de marzo de 2010

Desengaños

Conocerse no fue una casualidad. Vivían cerca, fueron juntos al colegio, sus padres eran amigos desde siempre. Ambos eran guapos e inteligentes y tenían un brillante futuro por delante. Daniel estudió medicina como su padre y tras terminar la carrera y realizar las consabidas prácticas, logró obtener un meritorio puesto en el pabellón de oncología del principal hospital de su ciudad, junto a su progenitor. Al principio todos consideraron natural que comenzaran a salir y a nadie extrañó cuando unos años después anunciaron su boda. Era lo lógico… Por eso nunca pudieron comprender aquella escueta nota encontrada en la silla, bajo sus pies:

- Lo siento, no podía soportar que todo fuera tan previsible….


***

Fernando, siempre había vivido al día. Le gustaban las novedades y era rara la ocasión que no tenía alguna buena anécdota que contar a sus amigos. Todo aquello le hacía disfrutar cada vez más de la vida. Un día la vio y se enamoró, como le había ocurrido tantas veces con otras mujeres. Normalmente era un pequeño detalle el que hacía que se fijara en ellas. Un delicado gesto al tocarse el pelo, una sonrisa discreta mientras pensaba en algo, el brillo de sus ojos en un momento determinado… En esta ocasión no supo qué es lo que fue, pero igualmente decidió seguirla hasta encontrar la oportunidad de entablar alguna conversación con ella. A los pocos minutos se paró frente a un kiosco para comprar tabaco, momento que aprovechó para pedirle fuego. Le dio el mechero casi sin mirarle, y continuó su camino. A pesar de sus esfuerzos en los días siguientes no consiguió nada de ella. Lo intentó de mil formas posibles, pero no hubo manera. No estaba casada, ni tenía novio ni novia, una vida normal y nada que objetarle. Simplemente él no le interesaba. Su obsesión por ella llegó a tal extremo, que unos momentos antes de saltar del puente, gritó:

- Tan sólo quería una vida normal

3 comentarios:

  1. Situaciones opuestas y un final común. No hay quien nos conforme con las vidas que llevamos, ¿no?

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  2. Ciertamente. Al menos ese es mi punto de vista. Por mucho que filosofemos sobre la insoportable levedad de nuestro ser, en muchos casos tal vez sean sólo excusas de nuestra intrínseca insatisfacción. Por cierto, a ver si te animas y nos deleitas con tus escritos.

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